Milagro en la Eucaristía: Investigación del Papa Francisco sobre la hostia transformada en carne humana en 1996

Desde Argentina, se plantea la posibilidad de que, en el futuro, se reconozca un milagro atribuido al papa Francisco, quien falleció el pasado fin de semana a los 88 años. Su figura podría convertirse en un símbolo religioso tras más de diez años al frente de la Iglesia católica. Reconocido como uno de los líderes espirituales más influyentes del siglo XXI, su legado ha dejado una profunda impresión en temas sociales, ecológicos y espirituales, tanto dentro como fuera del ámbito religioso.

Con el fallecimiento del Papa Francisco, cuyo nombre de nacimiento era Jorge Mario Bergoglio, podría iniciarse el protocolo habitual que guía hacia la canonización utilizando este milagro presenciado en Argentina. Según las normativas vigentes, es necesario que pasen al menos cinco años desde el fallecimiento de un candidato para que comience oficialmente su causa de canonización, a menos que el Papa en funciones dispense esa espera, como se hizo en casos excepcionales, incluyendo el de Juan Pablo II.

Investigación de la hostia transformada en tejido humano por el Papa Francisco en 1996 #

La etapa inicial del proceso se enfoca en la recolección de testimonios y documentos relacionados con la vida, virtudes y obras del pontífice. Posteriormente, se evalúa la existencia de milagros que se puedan atribuir a su intercesión después de su muerte. Sin embargo, un giro inesperado en el caso de Papa Francisco ha llevado la atención hacia un milagro presenciado por él mismo, ocurrido décadas antes de asumir la sede de Pedro.

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Si se valida el milagro en Argentina, el Vaticano podría considerar como un hecho milagroso fundacional para la canonización de Francisco un incidente documentado en 1996, cuando aún era arzobispo de Buenos Aires. Este suceso tuvo lugar el 18 de agosto de ese año, cuando una hostia consagrada fue hallada en condiciones de aparente profanación en la parroquia Santa María y Caballito Almagro. El sacerdote Alejandro Pezet, al no poder consumirla, decidió colocarla en un vaso con agua dentro del sagrario, siguiendo el protocolo litúrgico habitual.

Días más tarde, el 26 de agosto, la hostia mostró una evidente transformación: se había convertido en un fragmento de tejido ensangrentado de mayores dimensiones. Ante la magnitud del fenómeno, el Papa Francisco—en ese momento arzobispo de Buenos Aires—ordenó que se documentara el evento con fotografías profesionales y solicitó que se mantuviera en confidencialidad. La hostia, ahora convertida en tejido, permaneció sin alteraciones durante años, sin mostrar signos de descomposición.

En 1999, siguiendo instrucciones de Bergoglio, una muestra fue enviada a un laboratorio en Nueva York, bajo la supervisión del Dr. Ricardo Castañón Gómez. Sin revelar la fuente del tejido, se solicitó un análisis independiente. El resultado sorprendió incluso a expertos en medicina forense: el fragmento correspondía al músculo cardíaco humano, específicamente de la pared del ventrículo izquierdo, en condiciones de inflamación y con glóbulos blancos activos, lo que sugiere que provenía de un corazón vivo y sometido a un estrés físico intenso.

La naturaleza inexplicable del fenómeno, junto con los análisis clínicos que descartan cualquier posibilidad de manipulación o fraude, ha llevado a los investigadores del Vaticano a considerarlo como un milagro eucarístico validado. El Papa Francisco, testigo directo de lo ocurrido, habría guardado un profundo silencio sobre el tema durante su pontificado, aunque se sabe que consideraba este episodio como una manifestación divina.

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